jueves, 26 de noviembre de 2015

La Parábola del buen Samaritano (Ejemplo de Humildad)


Había una vez tres hombres: un sacerdote, un levita y un samaritano. El sacerdote y el levita conocían la Palabra de Dios. El samaritano no. Un día un hombre salió de la ciudad de Jerusalén a Jericó, y al pasar por un camino fue atacado por ladrones. El hombre se asustó y de inmediato dio todo lo que tenía a los ladrones.
Pero los ladrones fueron muy desagradables y golpearon al pobre hombre lo dejaron tendido en el suelo, con moretones. Un sacerdote vino, vio al hombre herido, pero no se detuvo para ayudar. Luego vino el levita paso por aquel camino. Vio también que el hombre necesitaba ayuda, pero siguió rápidamente y lo dejo sufriendo en el camino. Por último vino un samaritano montado en su caballo, y al ver al hombre herido, gimiendo de dolor, se detuvo para ayudarlo. El buen samaritano puso al hombre sobre su animal y empezó a buscar un albergue para dejarlo.
Cuando lo encontraron, dejo al herido en ese lugar. Pero antes de partir, pagó todos los gastos y pidió al hospedero, que cuidara de él, de sus heridas y tratara al paciente hasta que estuviera completamente curado y le dijo: Cuídalo y todo lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando regrese.
¡Qué gran amor al prójimo y ejemplo de humildad,que mostró buen samaritano, no es cierto!
El Samarito fue el único que se hizo prójimo del herido.
Muchas veces sabemos lo que es correcto hacer, pero no lo hacemos e intentamos justificarlo, pero Dios conoce nuestro interior, solamente seremos prójimos de alguien si somos humilde, nos acercamos y extendémos las manos para ayudar a esa persona, sino seremos mas bien lejanos de ella.
No basta solamente conocer la Palabra de Dios, si no la practicamos, seremos como estos dos hombres, que eran conocidos como personas de Dios, pero fueron reprobados en sus actitudes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario